Jamás supe cuando comenzó a existir el tomo místico, un volumen cuyas páginas se despliegan para revelar los secretos del universo a aquellos que osan enfrentarse a su enigma. No es un libro común, sino una reliquia ancestral que se extiende en un idioma universal, desde las diminutas criaturas hasta las majestuosas bestias marinas y los seres humanos. Su apertura, marcada por la maldición de la visión, promete la verdad del existir a aquellos que se aventuren en sus páginas. Que se encomienden su vida a cambio de poder ver. Este tomo está escrito en un idioma antiguo, uno que curiosamente adopta la forma materna de quien lo lee. Un lenguaje ancestral que resuena en el alma de cada buscador de la verdad. El custodio de este enigma fueron siglos trans siglos, el bibliotecario, un guardián de las palabras que ha visto pasar los años entre los estantes polvorientos y los susurros de antiguas historias. Desde hace veinte soy yo. A lo largo de los años, solo unos pocos se han atrevido a
Explora el universo literario en la penumbra de la Luna de Tinta.