Este tomo está escrito en un idioma antiguo, uno que curiosamente adopta la forma materna de quien lo lee. Un lenguaje ancestral que resuena en el alma de cada buscador de la verdad. El custodio de este enigma fueron siglos trans siglos, el bibliotecario, un guardián de las palabras que ha visto pasar los años entre los estantes polvorientos y los susurros de antiguas historias. Desde hace veinte soy yo.
A lo largo de los años, solo unos pocos se han atrevido a buscar la sabiduría oculta en esas páginas. He vivo tres hitos fundamentales del magnifico libro. La biblia de los náufragos, le decía de cariño. La primera "La mujer" vino en mi primer año, dude un poco cuando se paro en mi mostrador y permaneció en silencio, luego camino despacio y eliminando las pocas dudas que corrían en su acelerado corazón, seguí a rajatabla el protocolo, sin hablar le lleve el la biblia de los náufragos. Sus visitas diarias se volvieron un ritual, una danza entre la curiosidad y lo prohíbo. Sin embargo, la tragedia se cernió sobre ella, dejando tras de sí un rastro de indecorosos susurros en latín. Dudaba que esa fuera su lengua materna, fue el primer indicie que me dio el libro.
No escuche. La noticia de su suicidio se apago tan rápido como comenzó.
Nueve años después, un joven con los ojos cargados de inquietudes se acercó, buscando respuestas sobre su propia existencia. Reconocí en lo profundo de sus ojos lo que su garganta no podía decir, con la experiencia de la tragedia pasada, le negó el préstamo del libro. Fue la primera vez en la historia de la biblioteca que nos interpusimos en el destino que el libro habia escrito. Pero el destino, caprichoso como un dios antiguo, desencadenó una cadena de eventos que culminaron en un incendio mortal. Cuando volvió la policía interrogarme, las cámaras de seguridad mostraron mi versión, pero el joven habia logrado quitarme el libro, lo habia denunciado como robado sintiendo una tranquilidad inmensa, hasta que el bombero lo saco del bolso de pruebas y me entrego un libro lleno de cenizas y ceja de vela.
—Un ritual satánico creo el incendio— me entrego el libro, pero lo deje caer en el mostrador mirándolo a los ojos- Parece que aun existe un dios.
Me agache para buscar un trapo para limpiar el libro—Uno vengativo— le dije, pero cuando levante la cabeza no habia ningún bombero ahi. El habia muerto en el incendio, intentado buscar supervivientes.
El azul marino del libro se tiñó de ceniza y negrura, marcando el inicio de una serie de robos que llevaron el tomo a lugares insospechados. El libro parecía tener la capacidad de regresar a su refugio cuando no era cuidado adecuadamente, pero también desataba tragedias cuando caía en manos equivocadas. Suponía que habia manos correctas, pero era caprichoso, le gustaba el caos y a donde podía llevar a los humanos.
La historia da un giro surrealista cuando una vaca, serena y apacible, ingresa a la biblioteca. La observé, sus ojos no mostraban un brillo cansado. El animal de granja estaba indignado, deseoso y hambriento de la sabiduría que un libro especial puede darle, presintiendo el destino inminente, le entrega el libro y una caricia a su suave pelaje. La vaca, con una sabiduría ancestral oculta en sus ojos, absorbe las palabras misteriosas y, de repente, el curso de la realidad se distorsiona.Las vacas, suaves como guardianes de un secreto antiguo, se transforman en heraldos de un cambio radical. En círculos de sangre y fuego, reclaman el control de los campos y el poder político. Me convertí en su intérprete, un sacerdote de las palabras incomprensibles que guía a estas criaturas hacia un destino insospechado. Hasta que las vi crear granjas de humanos para matarlos... son herbívoras.
El día de su juicio final, leí el libro como me pidieron y en un rudimentario latín las obligue a saltar al mar para ahogarse en un sacrificio de un mundo que jamás entendieron o las acepto como reinas, las lagrimas de felicidad en sus ojos oscuros no me conmovió , y mas pronto que tarde terminamos retomando el control, los libros de texto que las vacas escribieron fueron quemados y olvidados. Jamás existieron.
Cuando volví a la biblioteca, todo seguía como lo habia dejado. Antes de poner el libro en el estante, por primera vez lo abrí solo. Sus paginas vacías, las mil, completamente en blanco. las letras pueden no ser necesarias para gobernar el destino; a veces, la creencia ciega en lo invisible puede dar forma a la realidad más allá de lo imaginable.
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