Un ángel. Relato

Un pequeño ángel se enamora perdidamente de un humano. Nunca pensó que sería traicionado ni como se siente alejarse de la mano de Dios. 

 Un ángel.

¿Qué soy yo, si no más que un humilde siervo? Si desde el existir mismo de los anhelos, nazco en el día  que las lagrimas comienzan a recorrer por el rostro de un ser que no tiene muecas, ni gestos o algo que lo distinga porque esta en todo. Soy, sin serlo, un reflejo y una sombra de lo que es y será, eternamente para el mismo universo. ¡Y sin rogar o rechazar! Absuelto a las más divinas voluntades de ellos o aquel que vivió en las nubes, en los arboles, en los rostros de todos los seres vivos. 

Y en tu rostro, lo veo tambien. Pero más, quizás, que en aquellos que huyen de su voluntad y creen perderse en un libre albedrio, que no existe. Imagina no creer en lo que te creó y seas tu, su obra mas perfecta que demuestra su realidad, porque esta en todo. Por eso, cuando me enamoré de la criatura de piel y carne, pensé que no era pecado, me encamine a los brazos de un ser que no podía tocarme. 

Te entregue mis alas. A ti, que no poseías la gracia de Dios para volar, te entregue mi corazon, aunque no podías aspirar al amor eterno e incondicional de Dios, te di mis ojos para que pudieras ver a Dios a la cara, te di mis manos para que pudieras tocarlo. En todo ese sacrificio que supuse mutuo, decidiste en una misión egoísta y profana, en solo desacerté de mi. 

Hui ante los pies de mi señor, pidiendo un perdon a su eterno amor, pero sin corazon, alas, manos u ojos no podía ver mi arrepentimiento. No podía llorar, no podía acercarme a él ni sujetar sus cálidas manos pidiendo un perdon, solo podía repetir a gritos una suplica que caía en oídos sordos.

"No posees alas como un ángel mío, ya no tienes ojos para observar mi reino, sin manos que oren tu voz no me llega, y sin el corazon no eres  criatura mía" Su voz resonó en mi cuerpo desmembrado, y sin antes poder objetar ante el mandamiento divino, el cielo se abrió debajo de mis pies y caí. No sin antes teñir de mi oscura sangra las nubes, y mis gritos transformaron rayos en el cielo. 

Cuando mi cuerpo cayo al gélido suelo, un trueno resonó en la famélica tierra del hombre. En tu tierra, esa que ya no pisas porque posees mis alas, donde tu corazon no era suficiente, ni siquiera pude ponerme de pie cuando una manada de chacales llego a terminar con mi sufrimiento. Y en sus mandíbulas hambrientas, encontre el perdon que Dios me negó. 

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