No puedo recordarte.
No puedo entender porque me enviaste esto, la verdad no logro recordar quien sos. Carla, no sé quien eres o que quieres de mi. Pero tu... oh, ya sé.
No recuerdo tu voz, si quiera algún tema de conversación que teníamos en común o que alguna vez me moleste en escuchar, porque sinceramente no me acuerdo el sonido que hacia tu risa. Si me preguntarás, diría que era una bella melodía en el viento, pero era por sobre todas las cosas, molesta. Tu risa era desagradable, era estruendosa y llamaba mucho la atención, eventualmente era algo que amaba de tu ser, el sonido mas puro de tu alegría interior; pero era muy molesto para mi. ¿Cómo podría fingir que no me daba vergüenza que todos nos miren por que te reías tan fuerte? Lo siento, mucho.
Cada día que pasamos juntos, deseaba que te detuvieras, que dejarás de hacer esas preguntas incoherentes que parecían tan divertidas para vos, esos temas de conversación superficiales y aburridos, tus modismos, tus gestos, la forma tan desagradable en que tu labio se torcía cuando estabas pensando en decir una tontearía. En días como hoy, agradezco no recordar tu voz.
Porque ni siquiera me acuerdo de tus ojos, no puedo recordar que color eran y probablemente tampoco eran muy atractivos, jamás me perdi en ellos ni puedo estar seguro de que si los escondidas detrás de unos anteojos o directamente un mechón de tu pelo. ¿Tu pelo siempre fue igual? Me acuerdo de tu pelo oscuro como la noche, era de ese tipo de pelo que siempre parece sucio, mojado, desalineado, ese peinado que era inadecuado para las citas que teníamos a veces siento que pude haberte dicho porque dejamos de ir a restaurantes o esas citas tan elegante que amabas, porque sinceramente, quizás pudiste haber cambiado y verte mejor.
Quisiera acordarme de tu rostro, de su suavidad al tacto pero apenas y recuerdo los pequeños baches que creaban los rastros de ese espantoso acné juvenil que te atormentaban, los mencionaste tanto y tantas veces que un día no pude dejar de verlos. Recuerdo las noches en las que tu respiración no me dejaba dormir, y te observaba como un gato que contempla la mas hermosa de las aves, me perdía en los cráteres de tu rostro y en la forma en que tu nariz levemente aplastada respiraba con dificultad y luchaba por no emitir un ronquido. Quizás, esa fue la razón por la que empecé a dormir con la televisión o la radio encendida, porque así era la única manera de poder fingir que no estabas a mi lado.
En un momento, lo recuerdo bien, la radio no te dejaba dormir. Unas ojeras pronunciadas se forman en tu rostro, te sumaban tantos años y no te importaba, me invadiste de preguntas que nunca escuche, hubiera deseado que me importará porque siento que pude haber cambiado tantas cosas en ese momento, pero hasta el día de hoy, no me quita el sueño y se que lo volvería a hacer. A veces pensaba en porque no te maquillabas o ibas con un profesional a hablar sobre eso... pero así eras, no te importaba lo que pensarán de tu físico, eras rebelde, empoderada, autentica. Y odiaba eso, en un momento me enamoró perdidamente que seas así, pero despues veía a mis amigos con sus novias tan... diferentes, y vos tan... libre. No pude más.
Y si, porque soy hipócrita y no te merecías como te hice sentir. Pero a medida que estaba con vos, y me cerraba más a mis pensamientos, las comparaciones fueron tan evidentes... Cada gran detalle que hacías era tan poca cosa para mi, tus besos me sabían a poco y tus caricias no llegaban a tocarme. Tu cuerpo no me provocaba nada y derrepente estar entre mis pensamientos era mucho mas erótico que tu alma buscando intimidad con la mía. Ver una espalda desnuda en la calle me provocaba mil emociones que tu confidencialidad y tus anhelos no podían generarme, ya no eras para mi la diosa autoproclamada que deseaba convertir en humana en mi cama.
El día que me dejaste, que conseguiste un amor entre los brazos de otro, fue la primera vez en años que pude dormir en silencio, y en una casa llena de tus cosas, de las promesas vacías e incompletas, donde estaban los besos furtivos que nunca te di escondidos en la heladera y las caricias caprichosas en la lacena, por primera vez en años, pude llamar a mi casa hogar.
Te escribo esto, porque hoy es tu boda. No iré, porque jamás desee verte vestir un blanco impoluto y virginal vestido, no creo que poseas un buen gusto y sinceramente lo que llamarás marido, tampoco. Te mando esta carta, para que sepas el otro lado de la historia, quiero que te cases sabiendo que el amor que sentiste por mi, solo fue correspondido por unos meses hasta que no fuiste suficiente para mi. Te deseo que seas suficiente para tu marido, y que ese breve romance que ocurrió en tres meses y con el que te estas casando porque estas esperando un hijo suyo, te conduzca a lo que te mereces.
Vivir lejos de mi.
Con amor, tu más querido ex.
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