Dios infante.
Nos miramos los tres, sin decir palabra pues sabíamos perfectamente que continuaba ahora. Guardamos silencio, expectantes ante la nueva figura de un guerrero, este respiraba agitado, lleno de sangre con la cabeza del cuarto hermano entre sus manos. Aturdido, dé repente sobrio de la dulce droga que lo trajo ante nuestros pies, la ira. La desesperación lo llevo contra el cuarto hermano, y se encontró enfrente nuestro mientras bebía la sangre del Dios antiguo.
No dijo una palabra, pero no dejo de vernos. En realidad, me veía a mi entre mis hermanos, puesto que yo permanecía enfrente de el con la mirada severa, sabia a que venia y cuando vendría, pero mis nobles hermanos no quisieron escuchar. No guardamos luto por los dioses caídos, pero si nos permitimos ser cautelosos y reservados con el recien llegado, era el asesino de Dioses, como otros fueron en su momento y lo serán.
Abrió la boca, con los ojos horrorizados y no pudo pronunciar ninguna palabra, hasta que finalmente dijo su nombre— Alkar.
Dios Cotar, de la estriega. |
No hubo respuesta, pero mire al hermano de la izquierda, Noiar, que habia demostrado su repulsión ante la idea de perder un hermano, alejando al antinguo mortal de su familia, obligando a que siga el riguroso viaje del asesino de Dioses solo. Sin querer que lo consiga, pero inevitablemente nadie escapa de su destino, le recordaría con un cariño casi humano. Patético.
—¿Debo matarlos? —Pregunto el Infante, sin temor en su voz. Reí, pobre inmortal, sin ímpetu de faltar el respeto cree poder matarnos en nuestro dominios, donde controlamos hasta su propio aire —Yo... ya lo he hecho una vez.
—Sin duda —Pronuncie, el pequeño me miro aterrado, se que de entre mis hermanos me reconoce. Su familia practica mi culto, el sabe quien soy y eso me da mas poder del que pudiera pensar —Toma asiento Dios infante, debemos de hablar. Suelta a nuestro hermano.
Dios infante Alkar, de los vicios. |
Nos sentamos tranquilamente en nuestros tronos, el ambiente era incomodo para el recien llegado, pero no es la primera vez que presencio esto— Parece que mis hermanos han olvidado sus modales, pero los presentaré —Noiar, el mas joven de los tres antiguos dioses hizo aparecer a sus siervos para que lo alimenten.
Nombre cada Dios, uno a uno. Alkar, el recien llegado será el Dios de los vicios y las adicciones, Noar el hermano más joven, Dios del deseo humano y el goce, Cotar, Dios de la estrategia y las guerras. Por ultimo, me encuentro yo, Raaytar, el Dios de la ambición y el poder. El guerrero miro a los lados, y cruzo miradas conmigo con el temor recorriéndole su espina dorsal.
—Falta uno de ustedes.
—Correcto.
Dios Noiar, de los deseos humanos. |
—¿Dónde esta? ¿Su trono cual es?
Sonreí emocionado —Leena, la diosa de la vida y la muerte no posee un trono —Apunte mi cabeza hacia el estrellado cielo del palacio— Ella posee la divinidad verdadera, esta en todos y en ningún lado. No necesita una corona sobre la cabeza ni un trono debajo de sus pies, para dominar el alma de todos aquí.
—¡Silencio! —Grito Raaytar— Quiero saber como llegaste a aquí. ¡No deberías haberlo matado a Acatoz! El mundo se desbalanceara, ¿Donde estan sus templos, que haz echo?
El guerrero retomo su confianza, relatando como su pueblo consumió por completo el culto de Acatoz, debilitándolo, desangrando su poder espiritual y terminando por asesinarlo —Mi pueblo me alabará. soy su nuevo Dios.
—No eres mas que un sucio dictador —Susurro Noar apoderándose del silencio y tomando voz en el asunto, no pude evitar reírme ante el comentario infantil— Tu poder no será eterno, y desaparecerá. En unos años una hambruna matara tu pueblo, y serás el rey de nada.
—¡Como te paso a ti! —No pude evitar la ironía del comentario— Vamos, es un recien llegado, no deberíamos bajarle el humo tan rápido. Aun no sabe ni usar su poder, ya debe entender que es finito.
Dios Raaytar, de la ambición. |
—El transcurso del tiempo, no es mi fuerte, hermana mía.
Mostro debajo del velo su rostro melancólico, teñido de una sonrisa indescifrable— Ni ser unos buenos anfitriones, queridísimos hermanos
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