Relato original.
La creadora de esta forma de arte explicó que la danza surgió cuando le preguntó a una hoja de algún árbol: "¿Cómo puedes bailar sin música?" La hoja le respondió algo que no logro recordar. Las mejores ideas nacen de preguntas que quedan suspendidas en el aire, que no guardan relación con el contexto y de las cuales nunca esperamos obtener respuesta. ¡Benditos sean aquellos que forjan su destino y su muerte a partir de una pregunta a la cual nunca buscaron respuesta! Porque la respuesta nunca importó; lo importante fue la pregunta en sí misma.
Los observé danzar, moverse, flotar en un escenario con los músculos tensos, sudando, sonriendo, mirando sin ver hacia adelante, ante miles de ojos expectantes. Atentos a fallos, buscando glorias, sintiendo el peso de no defraudar, de no rendirse. Este momento representa la culminación de meses de arduo entrenamiento. ¡Y esperan los aplausos al final! Un elixir merecido y adictivo que penetra en los corazones más puros. Nosotros, como espectadores, anhelamos brindar esa ovación.
El corazón, que resuena en una caja llena de aire; todos lo tenemos, pero no todos los seres humanos tienen la bendición de utilizarlo como una forma de alentarse y moverse por el mundo, entre universos, entre el arte.
La mujer mencionó que para danzar solo se necesita un cuerpo. Danzar con o sin música, danzar las pinturas, en el silencio, en una conversación, con otros o solos. ¿Y qué buscaba esa mujer con todo esto? Buscaba que la danza fuera algo intrínseco a la capacidad humana de movimiento, ya sea espasmódico, coordinado o imitativo. ¡Qué hermosa es la danza de la naturaleza! Caprichosa, efímera, una danza sin público que se esmera en la primitiva razón de sobrevivir. El cisne no recibe aplausos después de danzar.
Qué hermoso es presenciar a una persona bailar, asemejándose al plumífero y flotando sobre zapatos planos y delicados, apretando sus músculos en una metamorfosis elegante y grotesca, acercándose y rozando la transmutación más hermosa. Siendo la envidia de las más celosas orugas.A veces me pregunto, observando el espectáculo, si esos humanos dinámicos piensan o sienten ser algo más, un ser divino capaz de moverse a su antojo entre el aire, subir y bajar, mover sus brazos elegantemente en movimientos traicioneros que cuentan una historia si prestamos la suficiente atención. Sus rostros sufrientes, sonrientes o neutrales, sus peinados, sus prendas; son cárceles del cuerpo que anhela llenar un escenario. ¿¡Qué pasa por la cabeza de un bailarín!? La música suena, el cuerpo recuerda; ¿Qué buscan sus ojos fuera de su cuerpo? ¿Qué encuentran dentro de ellos mismos? Y así, uno se pregunta durante todo el espectáculo si esas personas, al bajarse del escenario, pueden seguir viviendo como un humano.
//Reflexión despues de presenciar espectáculo de danza de la escuela Viviana Mercurio
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