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Relato. Seis de la mañana.

 Este relato esta hecho para la consiga de "Realizar un escrito compuesto por alguna de las características más fuertes charladas ayer.. un texto sin diálogos, un texto sin una trama importante/definida, un personaje extraño que se relaciona con su mundo paralelamente al ser narrado." del El temblor de las palabras (club de lectura/Escritura)"

A través de la ventana se filtra una brisa gélida, portadora de ese aroma que anuncia la llegada del invierno; el mentol del eucalipto me envuelve, transportándome a un día que, a pesar de la picazón en la nariz, aparenta ser soleado. Me refugio en las sábanas, sumergiéndome en el calor febril de un cuerpo palpitante, un corazón agitado. 


Suspiro sin apartar la cabeza de la oscuridad que ofrecen los pliegues de la cama, mientras forjó ensoñaciones sobre una lista de tareas que nunca cumpliré y que carece de sentido, aunque de alguna manera la ejecutó sin éxito. Al final, lo único que necesito es encontrar mil razones para permanecer en la cama y una sola para levantarme. El aroma que penetra por la ventana entreabierta, impregnando la habitación que he diseñado, me abruma. Un susurro tenue brota desde lo más profundo de mi diafragma, mis entrañas se retuercen con la intención más perezosa y mínima de salir de las sábanas. Asomó con precaución un único ojo entrecerrado y descorazonado, pero no encuentro nada. Nada más que un libro de color cobre reposando sobre la mesa de noche y un espejo de cuerpo entero que me observa con curiosidad desde el otro lado. Gruño y vuelvo al vientre de  la oscuridad. Giro hacia el otro lado de la vida, me asomo nuevamente con más confianza, pero de nuevo, no hay nada. Solo una pared vertical, monótona, como una lagaña en un lienzo que marcó con desdén, buscando corromper el espacio más sagrado, demostrar que es mi posesión. La lagaña permanece inmóvil, atemorizada en la inmensidad de la pared clara. Me vuelvo sobre mí mismo, y giró la mirada hacia la mesa de noche y aparece un molesto artefacto que me muestra una hora, un instante en el tiempo que ya no existe. Frente a mis ojos, se despedaza y desvanece, sólo para renacer y vivir el mismo tiempo una y otra vez, de formas diferentes pero con la misma esencia. Son las seis y tres, debería levantarme.

Inspirado en el libro que no termine de leer y probablemente no lo continúe nunca.  La música del silencio. 

Comentarios

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 Hogar Sentía una brisa cálida que ingresaba por la ventana, la garganta se sentía seca y probablemente no eran más que las cinco de la mañana, aún faltaban unas horas para levantarnos, me giré con los ojos cerrados sin tocar nada al lado de mi cama. Volví a dormirme.  Pero me desperté de golpe, siendo arrastrado por el brazo y tropezando con todo en mi camino -agarre un pantalón que colgaba de la puerta-, no supe hasta más tarde que fue mi esposa la que me sacó de la casa. No podía ver nada más que negrura y una espesa capa de algo agrio me llenaba los pulmones de Hollín. Fue asqueroso, pero el toser me lastimaba la garganta, me cubrí con la toalla húmeda que deje en la silla, cortesía de la ducha nocturna. Mi esposa me arrastró por la habitación, y el living comedor, hasta la salida de emergencia, donde nos topamos con varios vecinos y logramos salir del edificio. No pude abrir los ojos en ningún momento.  Lo primero que hice fue flexionar las rodillas y respirar con dificultad, más