Los cables limitaron el cielo, que cuando niña parecía infinito. Me aprieta la garganta recordar las nubes y las estrellas que alguna vez nombré, ya extintas en un cielo nocturno contaminado. Bueno, extintas no, más bien escondidas. ¿De qué huyen? ¿Por qué no me llevaron con ellas? Me inclino un poco más en la ventana abierta de par en par, sin observar nada en particular, preguntándome si cortando la luz de la ciudad ella volvería.
¿Será que me olvidé de una promesa y por eso se fue? No recuerdo haberle prometido nada, pero le conté cada uno de mis secretos pero, en la soledad de la noche cómplice, eligieron abandonarme. Primero marta, la siguió Marce, y cuando me quise dar cuenta solo quedaba Sam. Sam parece algo más que una estrella, brilla de otro color, de un tono rojizo y suele irse y volver, como Pedro por su casa. Como Sam por su cielo, aunque me gusta mas cuando no esta. Que pena. Recosté mi cabeza en el incómodo metal de la ventana, y seguí mirando el cielo. Sam se fue esta tarde, estará mirando a otra chica en una ventana desde el exterior, o se fue al caribe a bailar al ritmo de los tambores. O me abandonó, como Marta que se fue con Marce.
Estiré mi mano hacia el espacio, mirando en el horizonte una línea de luz, que bordeaba el aeropuerto. También recuerdo cuando todo eso era campo, como diría mi mamá, si no se hubiera ido con Marce. No cerré la ventana.
Me deslicé despacio hacia las escaleras, bajé intentando imitar a un adivino y levitar. Descender, como quien no quiere la cosa, rogando que el monstruo no solo no me escuché, más bien que no esté. Pero estaba.
La supernova estaba en el centro del living comedor, frente de un televisor demasiado fuerte, sobre el sillón de color gris, que cuando mamá estaba era blanco. Camine como bailarina, evitando las botellas de cristal en el camino, saltando de vez en cuando las lata y dando vueltas en los charcos. Se convirtió en un oscuro escenario, con la luz intermitente de la tele alumbrando a la bailarina. La protagonista. A mí. En el último giro, tropecé con dos botellas que sonaron entre ellas. Al final de este show no había aplausos, la supernova se levantó. Avanzo a pasos agigantados. La onda expansiva me golpeó y me llevó detrás de la mesa, contra la heladera de metal.
Abrí los ojos con un dolor punzante detrás de mí cabeza, la supernova está noche explotó por fin. Consumiéndose, sentí el ardor y la viscosidad de la sangre caer por mí cuello, llenando mí pecho. Drenando con los latidos que se van apaciguando.
A medida que la supernova se apagaba, golpeaban sus olas expansivas contra toda la habitación, se iban viendo sus capas. La ira, la vergüenza, la inseguridad y por último el temor. El miedo al abandono, a la soledad… ¿A las estrellas? Quizás era envidia de aquellas estrellas que se fueron.
Mí corazón se ralentizaba, me costaba respirar y me ahogaba. Los brazos de mí padre me tomaron y me apretaron con fuerza mientras escuchaba su llanto. o. e pedía perdón. ¿Por qué pedía perdón? Por fin podía ser una estrella como mamá. Aunque Papá Sam se quedo conmigo, yo no vi amanecer ese día.
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